Vivimos en la era de  la inmediatez y no estamos dispuestos a esperar. Los pacientes quieren que las curaciones sean instantáneas. En un clic el dolor debe desaparecer. Sin esperar, pretenden reanudar sus actividades deportivas. No hay tiempo que perder.

Pero, padecer una enfermedad o someterse a un tratamiento siempre requiere cierto grado de sacrificio. A menudo, en traumatología, las terapias imponen restricciones. Por ejemplo, con un yeso colocado las actividades del día a día se hacen dificultosas, ducharse es una odisea y, si es verano, la imposibilidad de bañarse puede llegar a ser una tortura.¡Estas limitaciones son poco toleradas por los pacientes del siglo XXI!

Sanatorio BarcelonetaEsto no siempre ha sido así. Una tarde se presentó en la consulta Núria; el objetivo de su visita era valorar una intervención quirúrgica de una prótesis de rodilla. Era reacia a operarse, ya que en la misma pierna tenia una artrodesis (fijación) de cadera, decía que así había vivido casi toda la vida y le preocupaba cómo una operación en la misma pierna podría influir en su movilidad.

Ante mi asombro, Núria me contó que el proceso de fijación de su cadera duró cinco años. Cinco años que estuvo internada en el Sanatorio Marítimo de San José frente a la playa de la Barceloneta. Era una institución dedicada al tratamiento de niñas con problemas de tuberculosis ósea en una época con pocos antibióticos disponibles. Núria estuvo encamada todo el tiempo con un yeso que le cogía toda la pierna y llegaba hasta medio cuerpo. Con las demás ingresadas comían, bebían, aprendían y cosían siempre tumbadas. Tenía 12 años al entrar y 17 al salir. A pesar de todo, Núria tenía un buen recuerdo de su vivencia.

¿Tanto hemos cambiado en unas décadas? Probablemente no, pero nos hemos acostumbrado al bienestar, y esto no tiene vuelta atrás. Núria encarna una generación de pacientes que ya no existen y que ahora, sin serlo, nos parecen muy lejanos.